Will Prada is a member of Dream Team LA, a UCLA graduate and loving brother and son. He is originally from the district of Chorrillos in the city of Lima in Peru. This is his arrival story.
Era el año 1994, mi madre estaba desesperada que pasara otro año mas sin que pudíeramos reunirnos con mi padre. Aunque yo era un niño inquieto, jugueton y con buenas notas, a ella le preocupaba el que yo creciera sin padre. El había emigrado a los Estados Unidos cuatro años antes. Hizo lo imposible para poder mandar por nosotros, tuvo que trabajar tres trabajos por mucho tiempo y pedir prestamos a sus amigos. El camino no iba ser facil, nos habían rechazado la visa y la única opcion era venir por tierra escalando. Fue asi como cambia mi vida 180 grados y emigro con mi mamá a los Estados Unidos.
Hasta ese entoces crecia en el paraiso de Chorrillos, Lima. Claro no era paraiso para los adultos pero acaricio en mi mente los recuerdos vividos de esa niñez que desde mi punto de vista era una niñez muy linda y sana. Tener tantos primos con quien jugar, varios tias y tios que nos apreciaban, y una casa grande criando a patos y pollitos en el jardin. Una niñez simple pero muy bonita. Me acuerdo que mi padre nos enviaba encomienda y mi mamá pudo comprarme una bicicleta y una pelota de futbol. Esa pelota la usabamos casi todo los dias en partidos con los chibolos de la vecindad. Lo peor era que como todavia no habían pavimientado las pistas jugabamos en pura tierra y terminaba bien cochino. Pero aun no teníamos agua caliente entonces mamá siempre tenía que corretearme despues de los partidos para bañarme.
Cuando visitabamos la casa de mi Mamá Alle y Papá Ciro, los padres de mi papá, nos divertiamos con juguetes muy simples. Los trompos, que eran nadamas que un pedazo de madera circular y una pita. O con las canicas, unas bolitas que tratabamos de dirigir hacia un huequito en la tierra con el empuje del dedo. Mi abuelo en particular era muy cariñoso y a veces lo acompañaba en su motocycleta a vender plantas de su vivero en otras partes de Lima.
Tuve suerte que todos mis abuelos habían salido adelante con sus vidas. Mi abuelo tenia el vivero y aparte enseñaba en una escuela secundaria, habiendo emigrado de Tintay, Apurimac a Lima sin sus padres y sin saber mucho Español. Afortunadamente esa ambicion de triunfar en la vida la inculcaron en mis padres tambien.
Entonces empezabamos el largo viaje de tres semanas a la tierra de las oportunidades, con 30 Peruanos más. Primero viajamos en avión a Nicaragua donde llegamos a una ciudad muy pobre y sobrepoblada. De ahi empezamos viajando en casi todo tipo de transporte imaginable. En camion, carros, autobuses, caminando, corriendo, nadando, etc.. Y yo muy normal andaba ilusionado de conocer a mi papá por todo el camino, era el único en el grupo de Peruchos sin una gota de miedo. Claro de niño no tenia el concepto que nos podían arrestar por cruzar las fronteras o de lo peligroso que podía ser el viaje.
No me acuerdo mucho de como cruzamos, pero mi mamá me cuenta que en una de esas aventuras tuvimos que cruzar un rio con la corriente muy fuerte. Los coyotes sostenian una soga en cada lado del rio y un hombre gordo iba de un lado al otro cargando a cada viajante. Cuando llegó nuestro turno mi mamá gritaba desesperadamente que no me cruzaran, por el miedo que me llevara la corriente, pero los coyotes la ignoraron y me sacaron de sus brazos.
Caminabamos por horas pero yo no me cansaba. Mi mamá me cuenta que en tiempos cuando se quería dar por vencida, se inspiraba porque yo seguía entusiasmado de poder ver a mi padre por fin, y siempre durante el camino se lo recordaba. En eso llegamos a la ultima frontera con los Estados Unidos, en el estado de Arizona. La noche anterior el coyote apunto a las luces en la distancia y nos dijo que esos eran los Estados Unidos. Afortunadamente cruzamos el largo campo sin inconvenientes y el próximo dia viajamos en avión a Los Angeles.
Era totalmente diferente este pais. Me sorprendio todo el paisaje, porque en Lima no hay mucha vegetacion y no hay edificios tan grandes. Llegamos a un cuartito en la casa de una familia muy amable en la calle Worcester de Pasadena. Me acuerdo que en este tiempo pase las primeras instancias donde me senti excluido por la barrera del nuevo idioma. Los niños se comunicaban en Inglés, y los unicos primos que tenia en California vivian a una hora de Pasadena. Pero afortunadamente con el tiempo me fui adaptando y a los meses ya dominaba el Inglés. Llegue a la clase bilingue de Ms. Shoemaker en la escuela Cleveland.
I recall that for my first Halloween here, I was able to borrow my dad’s Pizza Hut delivery gear along with the big red insulated pizza bag and went to Ms. Shoemaker’s class as a delivery guy. Later in the day I won the prize for best costume at my grade level.
My dad was working three jobs so we were soon able to move out on our own to a one bedroom apartment just a few blocks away on El Molino Ave. My mother was outgoing so she quickly adapted to our new lives, she joined a Christian church group called Comunidad de las Americas. In my experience I’ve seen that many immgrants can’t stand the nostalgia for their home countries, and some even go back. I could tell my mom missed her family often but she hadn’t come all this way to give up and go back, so she did what she could to succeed. At the church she found the opportunity to teach Spanish and learn English. Every Sunday she’d alternate teaching Spanish and learning English with Erica and Donna, two humble and amazing women who we still keep in touch with today.
One day, the opportunity came to improve our financial situation. An aunt who lived in Monrovia convinced my parents to move in with her and take the manager position in the large apartment complex she lived in. It was a move that lasted about 2 months because of a combination of different problems, both because of the living situation and because of me.
I didn’t really get along with one of the kids in the apartments. The tension built up so much that finally one day we brawled in the parking lot. After an altercation, the kid grabbed my hair and in return I landed a punch on his cheek. He fell to the ground and I thought it was over, but suddenly his brother came out of nowhere and kicked me in the chest. Later that day when my dad got back from work, I was surprised that he congratulated me on winning that fight instead of reprimanding me for getting in trouble. My dad and I didn’t communicate a lot, if only he knew that at the time I took his gesture as signifying my ascension into manhood.
That day I came home to my mom in tears, and told her I really wished I had someone to back me up. I told her that I was sick of being alone, without siblings or cousins, and like an answer from a higher being, my mom actually found out she was pregnant two weeks later. Nowadays when I get mad at my little brother my mom always reminds me that I asked for him.
That’s my arrival story, it’s been about 18 years since we got here, and we’ve made lifelong friends and have built our lives here. I hope I can visit the world of my past sometime soon, it would really mean a lot to reconnect with my family and see where I came from.
Arrival Stories is an ongoing series that highlights the arrival stories of Dream Team LA members, allies, family and friends to reflect on how we came to live in the United States.